La primera Cruz cristiana. Catedral de Santiago de Compostela (España)
EL MAL NO ES UNA FUERZA ANÓNIMA
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Debemos ser muy conscientes de que el mal no es una fuerza anónima que actúa en el mundo
de modo impersonal o determinista.
de modo impersonal o determinista.
El mal, el demonio, pasa por la libertad humana, por el uso de nuestra libertad.
Busca un aliado, ... el hombre. El mal necesita de él para desarrollarse.
Busca un aliado, ... el hombre. El mal necesita de él para desarrollarse.
Así, habiendo trasgredido el primer mandamiento, el amor de Dios, trata de pervertir el segundo,
el amor al prójimo.
Con él, el amor al prójimo desaparece en beneficio de la mentira y la envidia, del odio y la muerte.
Pero es posible no dejarse vencer por el mal y vencer el mal con el bien (cf. Rm12,21).
Estamos llamados a esta conversión del corazón.
Estamos llamados a esta conversión del corazón.
Sin ella, las tan deseadas “liberaciones” humanas defraudan, puesto que se mueven en el reducido
espacio que concede la estrechez del espíritu humano, su dureza, sus intolerancias, sus
favoritismos, sus deseos de revancha y sus pulsiones de muerte.
Se necesita la transformación profunda del espíritu y el corazón para encontrar una verdadera
clarividencia e imparcialidad, el sentido profundo de la justicia y el del bien común.
clarividencia e imparcialidad, el sentido profundo de la justicia y el del bien común.
Una mirada nueva y más libre hará que sea posible analizar y poner en cuestión
los sistemas humanos que llevan a un callejón sin salida, con la finalidad de avanzar,
teniendo en cuenta el pasado, con sus efectos devastadores, para no volver a repetirlo.
los sistemas humanos que llevan a un callejón sin salida, con la finalidad de avanzar,
teniendo en cuenta el pasado, con sus efectos devastadores, para no volver a repetirlo.
Esta conversión que se requiere es exaltante, pues abre nuevas posibilidades,
al despertar los innumerables recursos que anidan en el corazón de tantos hombres y mujeres
deseosos de vivir en paz y dispuestos a comprometerse por ella.
al despertar los innumerables recursos que anidan en el corazón de tantos hombres y mujeres
deseosos de vivir en paz y dispuestos a comprometerse por ella.
Pero es particularmente exigente:
hay que decir no a la venganza, hay que reconocer las propias culpas, aceptar las disculpas
hay que decir no a la venganza, hay que reconocer las propias culpas, aceptar las disculpas
sin exigirlas y, en fin, perdonar.
Puesto que sólo el perdón ofrecido y recibido pone los fundamentos estables de la reconciliación
y la paz para todos.
(cf. Rm 12,16b.18).
Benedicto XVI. ( 15 / 9 / 12 )
Foto: Ana Rosa M. G.
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