Cuenta una historia que un anciano granjero se encontró un huevo de águila en una de sus excursiones al bosque. Sin pensarlo dos veces lo metió en una bolsa y, una vez en su granja, lo colocó cuidadosamente en el nido de una gallina de corral. La gallina incubó el extraño huevo como si fuera suyo, y cuando el águila rompió el cascarón fue criado junto a los legítimos pollitos. Al creer que era uno de ellos, el águila se limitó a hacer durante toda su vida lo mismo que hacían todos los demás. Escarbaba en la tierra en busca de gusanos e insectos, piando y cacareando. Incluso sacudía las alas y volaba unos metros por el aire, imitando así el vuelo del resto de las gallinas.
Los años fueron pasando y el águila se convirtió en un pájaro fuerte y vigoroso.
Un buen día, divisó muy por encima de él una magnifica ave que planeaba elegante y majestuosamente por el cielo. No podía apartar sus agudos ojos de esa figura, estaba asombrado de cómo aquel pájaro surcaba las corrientes de aire moviendo sus poderosas alas doradas. "¿Qué es eso?", le preguntó maravillado a una gallina que estaba a su lado. "Es el águila, el rey de todas las aves", respondió cabizbaja su compañera. "Representa lo opuesto de lo que somos. Tú y yo somos simples pollos. Hemos nacido para mantener la cabeza agachada y mirar hacia el suelo". Lentamente, el águila asintió. Y así fue cómo el águila nunca más volvió a mirar hacia el cielo.
Tal como le habían dicho, murió creyendo que era una simple gallina de corral.
La historia es tan hermosa como real, si la aplicamos a la vida de nuestros pueblos y de sus gentes. Y quizás por eso, la historia tiene también otro final:
Un buen día, el águila descubre sus capacidades, ensaya nuevos vuelos y termina alcanzando los espacios, surcando por ellos con grandeza y sublimidad.
Los años fueron pasando y el águila se convirtió en un pájaro fuerte y vigoroso.
Un buen día, divisó muy por encima de él una magnifica ave que planeaba elegante y majestuosamente por el cielo. No podía apartar sus agudos ojos de esa figura, estaba asombrado de cómo aquel pájaro surcaba las corrientes de aire moviendo sus poderosas alas doradas. "¿Qué es eso?", le preguntó maravillado a una gallina que estaba a su lado. "Es el águila, el rey de todas las aves", respondió cabizbaja su compañera. "Representa lo opuesto de lo que somos. Tú y yo somos simples pollos. Hemos nacido para mantener la cabeza agachada y mirar hacia el suelo". Lentamente, el águila asintió. Y así fue cómo el águila nunca más volvió a mirar hacia el cielo.
Tal como le habían dicho, murió creyendo que era una simple gallina de corral.
La historia es tan hermosa como real, si la aplicamos a la vida de nuestros pueblos y de sus gentes. Y quizás por eso, la historia tiene también otro final:
Un buen día, el águila descubre sus capacidades, ensaya nuevos vuelos y termina alcanzando los espacios, surcando por ellos con grandeza y sublimidad.
Ahora que entraremos en un nuevo año, y quien más quien menos ha hecho sus propósitos y ha reflexionado sobre sus proyectos, sería un buen momento para descubrir nuestras posibilidades, superando y rompiendo los viejos lazos que los políticos o mandamases de turno, o simples jefecillos, nos ha ido tendiendo con el fin de que no avancemos por nuestro propio sendero.
Los seres humanos tenemos necesidad de sentir que progresamos.
Los seres humanos tenemos necesidad de sentir que progresamos.
¡Cuántas águilas de raza han sido sometidas por la mano del granjero a permanecer en el corral de las gallinas! Hagamos la prueba: intentemos alcanzar nuevos espacios, ensayar nuevos vuelos y lanzarnos con toda ilusión a descubrirnos y realizarnos. Será Fascinante y Maravilloso.
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