LA HUMILDAD
¿FORTALEZA O DEBILIDAD?
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Para algunos la humildad es una virtud, una fortaleza del carácter,...
para otros es una debilidad derivada de la carencia de autoestima.
¿Quién tiene la razón?
Cuentan que una persona le dijo a su maestro:
“Soy un buscador de la verdad”.
El maestro contestó:
“Si quieres encontrar la verdad hay algo fundamental que necesitas saber”.
“Ya lo sé, es la irresistible pasión por la verdad”
dijo el discípulo con mucha seguridad.
“No, ES LA HUMILDAD para aceptar que puedes estar equivocado”
respondió el maestro.
Como menciona la historia, tener la capacidad de aceptar que podemos estar equivocados,
que no somos perfectos o que aún nos falta aprender y crecer, es uno de los rasgos
que definen la humildad.
De las 3 definiciones de humildad proporcionadas por la Real Academia de la Lengua Española,
solo una alude a la virtud de conocer las propias limitaciones, mientras que las otras dos aluden:
- a la bajeza de nacimiento
- o a la sumisión.
No es de extrañar que para muchos la palabra humildad tenga un aura peyorativa.
Nada más alejado de la realidad.
La persona que demuestra humildad, TIENE UNA ALTA AUTOESTIMA
para reconocer que no es perfecto, que tiene mucho que aprender de las ideas de los demás.
Se requiere de mucha autoestima para tener la humildad de reconocer los logros y éxitos
de los demás sin sentirse menos.
SER HUMILDE NO IMPLICA REDUCIR NUESTRA PROPIA VALORACIÓN,
más bien significa incrementar la valoración de los demás.
Las personas humildes dejan de estar centradas en sí mismas y aprenden a apreciar
el valor de todos los seres humanos.
Entienden que todas las personas son valiosas y tienen algo que aportar.
Y asumen su responsabilidad no buscando culpables en los errores cometidos,
porque entienden que también ellas se pueden equivocar.
La humildad además nos hace personas más agradecidas, nos permite reconocer que no nos merecemos todo y nos hace valorar más lo que tenemos.
Las personas más humildes son mejores miembros de equipo, porque no se sienten
dueños de la verdad y tienen más apertura a las ideas de los demás.
También porque aceptan mejor las críticas constructivas ya que saben que no son perfectos
y pueden mejorar.
Cuentan que un discípulo que regresó de hacer servicio desinteresado en el hogar de leprosos
de la ciudad, se acercó a su maestro y le dijo:
“¡Viví algo extraordinario!, Los monjes dijeron que yo era el que cuidaba mejor a los leprosos,
incluso dijeron que nunca habían tenido una persona como yo”.
Al escuchar esto, el maestro arrojó bruscamente una vela al fuego y le dijo:
“De la misma forma que el fuego consume la cera, tus buenas acciones se consumen
cuando alardeas de ellas”.
Si uno valora la humildad, nuestro peor enemigo será la soberbia de nuestro ego.
El ego es capaz de engañarnos a nosotros mismos, disfrazándose de humilde.
En la mente del ego, mostrarse humilde puede ser una estrategia para ganar
mayor aceptación y reconocimiento de los demás.
En mi opinión, para desarrollar la
humildad hay dos frentes:
-El frente emocional, que es resolver nuestras inseguridades, traumas inconcientes,
elevar nuestra estima y así controlar nuestro ego.
-El otro frente es el espiritual.
y aprender a reconocer y valorar más su contribución a la vida.
DAVID FISCHMAN.
Escritor y columnista judío.
Es ingeniero, casado y padre de familia, tiene tres hijos, y vive en Boston.
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