La belleza de la mujer no está en la ropa que lleve, la figura que tenga o la forma en que se peine.
La belleza de una mujer debe verse en sus ojos, a través de ellos a su corazón, el lugar donde el amor reside. También se refleja en su alma que tiene la fuerza de las grandes y la inocencia de una niña.
La belleza de una mujer con el paso de los años crece hasta el infinito.
Ellas sonríen cuando quieren gritar, cantan cuando quieren llorar, lloran cuando están contentas y ríen cuando están nerviosas.
Las mujeres tienen fuerzas que asombran a los hombres. Ellas cargan niños, penas y cosas pesadas, sin embargo, tienen espacio para la felicidad, el amor y la alegría.
Las mujeres esperan una llamada por teléfono de su hombre avisando que llego sano y diciéndole que la extraña.
Ellas trabajan como niñeras, amas de casa, abogadas y solucionan disputas entre niños y vecinos. Usan trajes, vaqueros, uniformes y minifaldas.
Ellas no aceptan un "no" como respuesta cuando están convencidas que hay una solución.
Las mujeres escriben una carta de amor a su hombre y saben pedir perdón y perdonar. Son inteligentes y saben de su poder, sin embargo, saben usar su lado suave cuando quieren conseguir algo.
Las mujeres se alegran o lloran cuando se enteran de un nacimiento o matrimonio. Saben que un abrazo, un beso y un "te amo" puede sanar un corazón roto.
Una mujer puede lograr, que una mañana, una tarde o una noche romántica sean inolvidables.
Ellas corren, manejan, caminan o usan el e-mail. El corazón de una mujer es lo que hace girar el mundo.
Y todo por un abrazo, un beso, una caricia. Las mujeres tienen mucho que decir y mucho para dar.
Marisa Laín Zaragoza
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